Hola mis queridos amigos y amigas. Aquí les inserto un trozo de la nueva novela que ahora estoy escribiendo...Espero que les guste...
...Salí del despacho y me fui a casa. Me preparé algo ligero para comer. Las nubes se habían disipado y la tarde invitaba a un baño en la playa. Me asomé al balcón y desde mi terraza pude contemplar que estaba repleta. Decidí, antes de descansar algo, bajar hasta la orilla y pasear un rato. Bajé hasta el paseo y me acerqué a saludar a Migdalia, la simpática quiosquera que trabajaba en el estanco Bruno de la plaza de Saulo Torón.
La cubana me saludó muy amablemente. Llevaba en la isla tres años y tanto ella como su familia, estaban trabajando muy duramente para reunir el dinero suficiente y poder algún día viajar y retornar, pero no a La Habana, eso era imposible, su destino era Miami, allí tenía a sus padres que la esperaban. Yo me había ofrecido en ayudarla en lo que fuera necesario.
—Señorita Casandra, ¿Qué tal está?
—Bien Migdalia y… ¿tú? ¿Parece que hoy tienes mucho trabajo, la playa está hasta los topes…?
—Y gracias a eso señorita. Mi jefe estará contento… ¿Necesita algo?
—Sí Migdalia. Dame una botella pequeña de agua sin gas.
—Tenga, ¿Va a dar un paseíto?
—Por supuesto, necesito caminar un poco que si no se me asoma la tripa…
—Señorita, no sea exagerada, usted no tiene tripa, está muy bien…
—Anda, anda Migdalia, tú siempre adulándome.
—Pero si es verdad. Aunque más lindas son las cubanas…—me dijo sonriéndose.
—Ya veo, barriendo para casa. Y hablando de todo un poco, ¿Cómo van tus papeles?
—De momento bien, creo que pronto los tendremos...Le voy a echar de menos señorita —me dijo la quiosquera poniéndose melancólica.
—Tú no te preocupes por mí y quién sabe si algún día te haré una visita por Miami…
—Estaré encantada de recibirla, faltaría más.
—Migdalia me voy —concluí— seguimos hablando en otra ocasión y acuérdate de que si me necesitas para lo que sea, ya sabes dónde vivo…
—Gracias señorita, que dios le pague con un buen novio…
—Deja a los novios en paz, Migdalia, que eso no está hecho para mí...
Y con un gesto me despedí de ella, ya que la conversación se estaba poniendo seria. Caminé hasta la orilla del mar. Me quité las cholas y puse rumbo hacía la Cicer. Al fondo observé con detenimiento El Auditorio Alfredo Kraus. Durante todo el camino me olvidé del mundo. Necesitaba estar a solas conmigo. Escondida tras las gafas de sol sólo oía de fondo el ir y venir de las olas. Aquel murmullo me daba tranquilidad. Paseé durante una hora. Llegué hasta la playa chica y luego volví tras mis pasos. Entonces, pensé en el funcionario que apareció muerto. ¿Quién querría mandarlo al otro barrio? Y lo más importante ¿Qué era tan importante que tenía Bruno para mí?
A eso de las seis de la tarde me sonó el despertador. Había descansado lo suficiente. Me desperecé y me levanté. Puse música y sin querer, sonó un bolero de Luis Miguel. Quise quitarlo para no ponerme melancólica, pero al final lo dejé sonar. Cerré los ojos y me abandoné. Volé y recordé a un Bruno lleno de vida, entusiasta y alegre. Evoqué aquellos primeros besos robados, sutiles, suaves pero llenos de sentimiento. De repente, abrí mis ojos y de ellos rodaron unas lágrimas. Aparté de mi pensamiento ese pasado y de un golpe volví a cerrar la puerta y a congelar mi corazón. “No, mi corazón no debe sentir” —me dije.
Con la mente en blanco fui hasta el baño y me duché. Al salir cambié de música. Esta vez puse algo de rock, así frenaba los sentires. Me vestí muy coqueta, ya que la ocasión lo requería. En esa época del año lucía un ligero bronceado y aproveché para sacarle partido con un escote sugerente y zapatos de tacón alto. Nada de joyas, me gustaba ser sencilla.
Al poco tiempo me sonó el timbre del telefonillo de casa. Era Bruno. Su hotel estaba a escasos cincuenta metros de mi apartamento. Bajé y anduvimos hasta el restaurante elegido, puesto que estaba muy cerca. La especialidad de El Molinet era la carne. Se nos acercó el camarero y sutilmente nos la recomendó. Le hicimos caso y la carne la acompañamos con un buen vino tinto. Al principio la conversación era fría hasta que se caldeó el ambiente. Tuve que ser yo quién rompió el silencio en relación al misterioso asunto que lo había traído a Las Palmas.
—Y dime Bruno, ¿Qué intriga tienes entre manos?
—Será una bomba Cas, y a ti, te hará famosa…
—Ya será para menos. No seas tan fantasioso, escupe que me tienes en ascuas…
—Verás Cas. Hace unos días cuando estaba tranquilamente terminando un informe de Medio Ambiente en mi oficina, me visitó una señora que al principio me resultó inquietante.
—¿Por qué? ¿Quién era…?
—Ni te lo imaginas. Aquella señora, con un talante tranquilo, preguntó directamente por mí al entrar en el periódico. La hice sentar y la atendí, aunque tengo que reconocer que andaba bastante liado y al principio no le presté atención, hasta que pronunció la ciudad de Las Palmas.
—Vaya y te acordaste de mí —afirmé con orgullo.
—Cas, no me interrumpas que se me va el hilo. Pues, como te estaba diciendo, al nombrar a esta ciudad abrí los ojos y afiné el oído. Me preguntó si me había enterado de que aquí había fallecido un alto cargo de Medio Ambiente. Le respondí que sí, ya que, era una noticia que tenía entre manos. De pronto, sacó de una maleta una gran bolsa que me entregó. Con cuidado la abrí, por si se trataba de una bomba…
—¡Joder Bruno!, una señora así darte un proyectil…
—Cas no tienes ni idea de la imaginación que tienen los terroristas, pero prosigamos, no nos desviemos de la conversación. Lo que contenía la bolsa me puso los pelos de punta. Era un gran libro gordo, un expediente. Leí en la portada: Informe emitido por el Director Ejecutivo de la Agencia de Protección del Medio Urbano y Natural, D. Juan Carlos Fuentes. La miré con cara de asombro. Aquel detalle puso alerta a mi visitante porque acto seguido me dijo quién era…
—Y dime ¿Quién era?...
—No seas impaciente Cas, pues, era ni más ni menos que doña Isabel Sánchez, su esposa…
Tragué de golpe todo el vino que tenía en la copa, necesitaba tranquilizarme.
—¿Su esposa?
—Sí, la misma y me dijo que confiaba en mí y por eso, me entregaba una copia del informe, que de alguna manera, había sido el detonante para que mataran a su marido.
Por un instante me quedé pensando en las palabras que me había dicho Bruno. Y me saltó una duda.
—Y… ¿cómo es que se dirigió directamente a ti? —pregunté recelosa.
—Yo también me hice la misma pregunta, pero ella me sacó de dudas enseguida. Resulta que su hija Raquel está haciendo prácticas en el periódico, precisamente en el departamento que yo dirijo, ya que acaba de terminar la carrera de Periodismo y sabiendo que yo viví aquí durante un tiempo y que me encanta investigar y que además, ahora estaba con un tema de Medio Ambiente, pues, no dudaron en confiar en mí.
—Entonces, ese Informe es vital para la investigación, ¿Es eso lo que me quieres decir?
—Sí Cas, así es…
De repente, Bruno se calló. No siguió explicándome. Deduje que tenía que ser bastante gordo. Entonces sugerí terminar de cenar e ir hasta su hotel para terminar con la conversación. Allí podríamos hablar más tranquilos. Así hicimos. Recorrimos el pequeño trozo que separaba el restaurante del hotel. Bruno pidió la llave en recepción y subimos. La habitación era pequeña pero coqueta. Su equipaje todavía lo tenía sin desempacar. “Ven siéntate aquí” y me señaló la cama. Luego me mostró el Informe. Yo lo hojeé por encima. La verdad es que era bastante voluminoso.
—Prosigue Bruno con tu relato…—le dije.
—Cas, este Informe es la prueba de que al funcionario lo han asesinado…
—Pues nada, si tú crees que es así, se lo entregamos a la policía y asunto concluido…
—No puedo Cas, lo prometí. Prometí que llegaría hasta el fondo de la cuestión. Además, la esposa me dijo que la policía está investigando, pero ella no se fía…
—¿De qué o de quién no se fía?
—De la poli —me contestó Bruno.
Reí a carcajada limpia pero Bruno me tapó la boca con su mano.
—Casandra no es broma. Puede haber intereses ocultos que desconocemos…
Bruno me había llamado Casandra y eso indicaba que la cosa era muy seria.
—Está bien Bruno. Mañana visitaré a mi amigo el inspector a ver qué información puedo sacarle.
—Perfecto Cas ¡esta es mi chica, eres un cielo…!
Y diciendo esto, él intentó robarme un beso, “Quieto Bruno” —le dije posando mi mano en sus labios— “Me voy a casa…..sola” —añadí.
...
Bueno amigos hasta la próxima...
Elena
sábado, 6 de junio de 2009
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