Hola a todos y a todas. Espero que el fin de semana haya sido bueno.
Hoy es un día especial. No por ser realmente el día de los enamorados sino por lo que simboliza. Anoche cuando estaba en la guagua e iba ya para casa, me fijé en un muchacho de unos veinte y tantos años. Llevaba en la mano una bolsa de El Corte Inglés. No, no estoy haciendo propaganda, es que me pareció curioso lo que se asomaba por un lado. Era un capullo de rosa roja debidamente preparada por la floristería. Sin duda pensé, que se la regalará a su amada. Pero lo que más me impresionó es que todavía exista el romanticismo.
Desde aquí quiero felicitar a todos los enamorados y enamoradas, que disfruten de esa estación porque nos aporta mucho bien. Y por favor, que no se nos pierda el amor. Hay que atraparlo, guardarlo, disfrutarlo y cuidarlo cuando se encuentra.
Bueno ya me dejo de tanto sentimentalismo.
Séan felices y no se olviden de que hoy es la presentación del último libro de Santiago Gil en Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Cita a las 20.00 horas.
Un abrazo,
Elena
miércoles, 13 de febrero de 2008
viernes, 8 de febrero de 2008
ANÉCDOTA
Buenas tardes.
Tengo una anécdota que contarles, que espero que les guste.
Ayer estuve hablando con un amigo de la familia que tiene ya la escalofriante edad de ochenta y un años. El caballero se mantiene muy bien y controla como nadie la herramienta de internet y correo electrónico. Pues me contó que todavía le escribe cartas de amor a su mujer. Pero lo que más me gustó es que se las echa al buzón y ella las recibe y no sabe que son de su marido. Y se calla y no le comenta nada.
Me hace recordar a la canción de la malograda Cecilia:
Tengo una anécdota que contarles, que espero que les guste.
Ayer estuve hablando con un amigo de la familia que tiene ya la escalofriante edad de ochenta y un años. El caballero se mantiene muy bien y controla como nadie la herramienta de internet y correo electrónico. Pues me contó que todavía le escribe cartas de amor a su mujer. Pero lo que más me gustó es que se las echa al buzón y ella las recibe y no sabe que son de su marido. Y se calla y no le comenta nada.
Me hace recordar a la canción de la malograda Cecilia:
Y cada tarde al volver su esposo
Cansado del trabajo la mira de reojo
No dice nada porque lo sabe todo
Sabe que es feliz, así de cualquier modo
Porque él es quién le escribe versos
Él, su amante, su amor secreto
Y ella que no sabe nada
Mira a su marido y luego calla
Quien la escribía versos dime quien era
Quien la mandaba flores por primavera
Quien cada nueve de noviembre
Como siempre sin tarjeta
La mandaba un ramito de violetas
Desde aquí quiero felicitarlo por seguir estando enamorado de su mujer y como me dice él: yo siempre he estado muy enamorado y lo seguiré estando.
Un abrazo y feliz fin de semana,
Elena
Un abrazo y feliz fin de semana,
Elena
PD: El amor que todo lo puede y mueve montañas.
jueves, 7 de febrero de 2008
PARA DANIELA
Me acaban de dar una buena noticia y quiero compartirla con todos mis amigos y amigas.
Una buena amiga, Enma, que la quiero mucho, me envió por correo sus ecografías de su futura hijita. Me quedé de piedra. Sencillamente me encantaron. Pero lo que más me impactó fue la carta que ella misma escribió para Daniela, poque así se va a llamar la niña.
Reproduzco íntegramente esa bella bienvenida:
""Dulce Espera
Mi querido tesoro, para las próximas fiestas
estarás entre nosotros. ¿En qué momento nacerás? ¿ Cómo nacerás?
Cuántas preguntas y tantas sin responder.
Entre nosotros estás cada día llenándonos de mucha alegría.
Esperándote estamos con gran impaciencia cada día.
En cada letra de tu nombre nos recuerda la:
D - Dulzura
A - Alegría
N - Noticia
I - Inocencia
E - Esperanza
L - Luz
A - Por doble vez, al cuadrado de alegría.
Mi querido tesoro si escuchas ésto como un susurro que va hacia tí.
Piensas, que el cuando y el donde de todas éstas sin respuestas.
Sólo con tu presencia acallarás para siempre nuestra dulce espera.""
Mi más sincera felicitación por tu futura maternidad, por ser como eres y por ser parte de mi fortuna. Gracias amiga.
Un fuerte abrazo y un beso grande,
Elena
GALICIA MEIGA
Esa bendita terra,
de onde as miñas raíces veñen,
está chea de luz e de esperanza,
está chea de amor e de ilusión.
Cando as follas caen das árbores,
cando o ceo se volve gris,
e se respira un aire fresco e frío,
Galicia entra no outono,
e gústame vela así.
Cando a chuvia se volve costume,
cando un gran manto de neve a cobre,
e anoitece moi cedo,
Galicia entra no inverno,
e gústame vela así.
Cando os toxos dos seus campos florea,
cando o sol nos regala o seus primeiros raios,
e o aire fresco se volve cálido,
Galicia entra na primavera,
e gústame vela así.
Cando o seu ceo é azul e intenso,
cando o seus campos e as súas praias están cheas de xente,
e soan as campás de festas por todas as súas aldeas,
Galicia entra no verán,
e gústame vela así.
Galicia é durante todo o ano,
esa terra húmida e branca,
esa terra verde e fresca,
esa terra fermosa e meiga,
que sempre terá o recuncho,
máis cálido e humano,
do meu comprensivo corazón.
Este poema he querido publicarlo en gallego, con todos mis respetos, en homenaje a mi padre y a sus paisanos.
Un abrazo
Elena
de onde as miñas raíces veñen,
está chea de luz e de esperanza,
está chea de amor e de ilusión.
Cando as follas caen das árbores,
cando o ceo se volve gris,
e se respira un aire fresco e frío,
Galicia entra no outono,
e gústame vela así.
Cando a chuvia se volve costume,
cando un gran manto de neve a cobre,
e anoitece moi cedo,
Galicia entra no inverno,
e gústame vela así.
Cando os toxos dos seus campos florea,
cando o sol nos regala o seus primeiros raios,
e o aire fresco se volve cálido,
Galicia entra na primavera,
e gústame vela así.
Cando o seu ceo é azul e intenso,
cando o seus campos e as súas praias están cheas de xente,
e soan as campás de festas por todas as súas aldeas,
Galicia entra no verán,
e gústame vela así.
Galicia é durante todo o ano,
esa terra húmida e branca,
esa terra verde e fresca,
esa terra fermosa e meiga,
que sempre terá o recuncho,
máis cálido e humano,
do meu comprensivo corazón.
Este poema he querido publicarlo en gallego, con todos mis respetos, en homenaje a mi padre y a sus paisanos.
Un abrazo
Elena
lunes, 4 de febrero de 2008
HABLANDO CON MI CORAZÓN
El otro día estaba en casa aburrida,
y me dio por hablar con mi corazón,
ya que desde hace mucho tiempo,
se encontraba muy solo y sin ilusión.
Primero le pregunté como estaba,
y ninguna respuesta al respecto me dio,
solo una gran ignorancia,
que a mí en el fondo me dolió.
Luego cuando ya estaba más tranquilo,
él a mí se me acercó,
y con cariñosas palabras,
empezó a darme una explicación.
Noté enseguida en sus expresiones,
que estaban muy cargadas de dolor,
y quise darle muchos mimos,
mimos que enseguida él rechazó.
Entonces pude darme cuenta,
que ese tierno y alegre corazón,
se volvió muy inaccesible y duro,
porque el destino así se la jugó.
Pero yo quise con tiernas miradas,
aliviar todo su triste pasado con amor,
y de repente ese corazón herido,
empezó a renacer con emoción.
Y cuando ya me quise dar cuenta,
mi sufrido y pequeño corazón,
renacía a una nueva vida,
porque encontró la razón de su valor.
y me dio por hablar con mi corazón,
ya que desde hace mucho tiempo,
se encontraba muy solo y sin ilusión.
Primero le pregunté como estaba,
y ninguna respuesta al respecto me dio,
solo una gran ignorancia,
que a mí en el fondo me dolió.
Luego cuando ya estaba más tranquilo,
él a mí se me acercó,
y con cariñosas palabras,
empezó a darme una explicación.
Noté enseguida en sus expresiones,
que estaban muy cargadas de dolor,
y quise darle muchos mimos,
mimos que enseguida él rechazó.
Entonces pude darme cuenta,
que ese tierno y alegre corazón,
se volvió muy inaccesible y duro,
porque el destino así se la jugó.
Pero yo quise con tiernas miradas,
aliviar todo su triste pasado con amor,
y de repente ese corazón herido,
empezó a renacer con emoción.
Y cuando ya me quise dar cuenta,
mi sufrido y pequeño corazón,
renacía a una nueva vida,
porque encontró la razón de su valor.
GALICIA
Galicia, eres como la brisa fresca de la mañana,
como el olor a vida de las flores,
como la dulzura y belleza del amor,
como el suave murmullo de los pájaros,
eres, el paraíso eterno de la ilusión.
Galicia, eres como el sol radiante de verano,
como las bravas olas de tu hermoso mar,
como la fuerza de la esperanza,
como la alegría de vivir,
eres, el lugar ideal para soñar.
Galicia, eres como la luna llena,
como el abrazo de un amigo,
como el calor de la emoción,
como el sueño tierno de un niño,
eres, la tierra que alberga mi corazón
como el olor a vida de las flores,
como la dulzura y belleza del amor,
como el suave murmullo de los pájaros,
eres, el paraíso eterno de la ilusión.
Galicia, eres como el sol radiante de verano,
como las bravas olas de tu hermoso mar,
como la fuerza de la esperanza,
como la alegría de vivir,
eres, el lugar ideal para soñar.
Galicia, eres como la luna llena,
como el abrazo de un amigo,
como el calor de la emoción,
como el sueño tierno de un niño,
eres, la tierra que alberga mi corazón
POEMA A MI PADRE
Galicia es su tierra natal,
pero de muy joven,
su espíritu aventurero y audaz,
lo trajo a unas tierras extrañas,
lo trajo a mi Canarias natal.
En estas tierras llenas de luz,
encontró la esperanza e ilusión,
de vivir en un mundo nuevo,
donde reinaba la paz y la emoción.
Conoció a una niña Canaria,
muy encantadora y seductora,
que le hizo olvidar por momentos,
a su tierra, a sus gentes,
el sitio donde nació,
donde su niñez vivió.
Poco a poco en mi Canarias,
mi padre gallego, se estableció,
fundó una familia, con amor,
que tuvo su fruto fresco,
y mucha alegría de corazón.
Pasaron los años siguientes,
pero en los ojos de ese gallego,
se reflejaba mucho su morriña,
por su tierra natal, Galicia.
Un buen día volvió,
y su cara se llenó de emoción,
al ver otra vez a su familia,
al ver otra vez, a su madre,
la persona que siempre le dio mucho calor.
Desde aquel entonces hasta ahora,
la vida, transcurrió,
y ese gallego afincado en Canarias,
a su querida tierra Gallega,
no , olvidó.
Y él sabe que algún día,
algún día, no muy lejano,
volverá donde se crió,
volverá a ver los prados verdes,
volverá a su Galicia, donde nació.
pero de muy joven,
su espíritu aventurero y audaz,
lo trajo a unas tierras extrañas,
lo trajo a mi Canarias natal.
En estas tierras llenas de luz,
encontró la esperanza e ilusión,
de vivir en un mundo nuevo,
donde reinaba la paz y la emoción.
Conoció a una niña Canaria,
muy encantadora y seductora,
que le hizo olvidar por momentos,
a su tierra, a sus gentes,
el sitio donde nació,
donde su niñez vivió.
Poco a poco en mi Canarias,
mi padre gallego, se estableció,
fundó una familia, con amor,
que tuvo su fruto fresco,
y mucha alegría de corazón.
Pasaron los años siguientes,
pero en los ojos de ese gallego,
se reflejaba mucho su morriña,
por su tierra natal, Galicia.
Un buen día volvió,
y su cara se llenó de emoción,
al ver otra vez a su familia,
al ver otra vez, a su madre,
la persona que siempre le dio mucho calor.
Desde aquel entonces hasta ahora,
la vida, transcurrió,
y ese gallego afincado en Canarias,
a su querida tierra Gallega,
no , olvidó.
Y él sabe que algún día,
algún día, no muy lejano,
volverá donde se crió,
volverá a ver los prados verdes,
volverá a su Galicia, donde nació.
ANGELES AMIGOS
Hola a todos y a todas y bienvenidos a mi blog. Lo que voy a insertarles a continuación es un pequeño homenaje que quiero hacer a mis amigas y amigos. No es cuento, ni un relato y espero que les guste. Lo titulé "ANGELES AMIGOS" y hace mucho tiempo que lo escribí...
Somos seres independientes venimos a este mundo solos y nos vamos solos. Pero a lo largo de todo el camino de nuestra vida conocemos y encontramos manos amigas, ángeles destinados a encontrarse. En las distintas etapas, desde que somos niños, jóvenes o adultos, podemos tropezarnos con seres amables, dispuestos a brindarnos su ayuda incondicional. Esa ayuda te llega al corazón y va limando asperezas que otras personas del pasado te han dejado. Poco a poco, esas heridas van cicatrizando y despiertas a nuevas sensaciones. Los ángeles amigos son esas personas que siempre están dispuestas a dar sin recibir nada a cambio. Siempre escuchan, admiten, aconsejan. Abusamos de su bondad y nos damos cuenta de su falta cuando dejamos de recibir su luz. Con los ángeles amigos puedes hablar, llorar cuando te pasa algo triste y reír cuando la alegría no cabe dentro de ti. Y sabes, en lo más profundo de tu alma, que siempre tendrás a tu lado a esa alma bondadosa.
Vivimos en un mundo que todo va deprisa. No nos paramos a contemplar lo que hay a nuestro alrededor. Solo tenemos ojos para trabajar, para las tareas cotidianas, que nos despista de ver y darnos cuenta de detalles insignificantes que las personas nos pueden brindar. Y cuando pasa el tiempo metidos en nuestros problemas, miramos hacia atrás y caemos en la cuenta, de cuanto tiempo hemos perdido. Pero siempre es de sabios rectificar o cambiar el rumbo o trazar nuevos y buenos horizontes y no perder el norte. La amistad nos enseña que somos pasajeros con un billete de ida y otro de vuelta y que cada momento, por pequeño que sea, es importante para alimentar nuestra alma.
Tengo que reconocer, que aunque pocos ángeles amigos he encontrado en mi vida que me sepan comprender, esas pocas personas son de una extraordinaria e infinita bondad y belleza interior.
Mi más sincero reconocimiento y gracias de corazón, a todas las personas que de alguna manera, han sido parte de mi existencia.
Dedicado a mis amigos, con mucho cariño
Elena
UN REMANSO DE PAZ
De camino a la playa, María vislumbró en el horizonte los primeros rayos multicolores amarillentos, rojizos y anaranjados del sol; indicaban que pronto amanecería. Ya en la playa, a esa hora tan temprana de la mañana, pudo respirar el suave olor a mar, una mezcla de brisa fresca y la palpable soledad. En ese preciso instante, hizo una pausa en su tradicional ejercicio mañanero, se sentó cerca de la orilla del agua, para contemplar una vez más ese espectacular paisaje. Logró divisar al fondo, muy difuminada, la silueta del Teide, que se levantaba erguido, majestuoso, elegante, dando sombra a la montaña de Gáldar. Fijando su vista en otro extremo de la playa, alcanzó a contemplar pequeñas barquichuelas varadas, esperando ser utilizadas por sus propietarios pescadores. Pasaban los minutos y, poco a poco, los rayos cobraban más intensidad y mostraban un cielo azul libre de nubes, preludio de un día veraniego. Bebió con mucha parsimonia, un buche de refrescante agua, y prosiguió observando cada rincón de su playa sin perder detalle. Cerca de ella, se percató del picoteo de las gaviotas, que querían atrapar algún tesoro que llevarse al pico. El sol terminó de salir de su escondite, entonces su luz se hizo más resplandeciente, más intensa, tanto que la hizo pestañear; se incorporó y acto seguido, continuó con su caminata, tras la ligera pausa oxigenadora.
Mediodía y el rey sol lucía todo su esplendor. Ataviada con ligera ropa playera, sandalias de color rosa y gafas de sol, María llegó a la playa. Quería disfrutar de su tiempo de ocio. Al llegar a su sitio preferido, se quitó la ropa, sacó la toalla decorada con un gracioso estampado floral, la estiró con sumo cuidado, y se tumbó boca abajo, cogió el último libro que le habían regalado y se dispuso a leer. A esa hora, muy pocas personas se encontraban gozando de un día playero. Normalmente, los nativos del lugar solían llegar más tarde, después de su jornada laboral, salvo que estuviesen de vacaciones; ése era el caso de ella, se encontraba de vacaciones y le encantaba deleitarse en la tranquilidad, escuchando de fondo el sereno sonido del movimiento de las olas del mar. Por el paseo que bordeaba la playa de un extremo a otro, descubrió algunos turistas caminando en pantalón corto, con gafas de sol y sombrero de paja; otros sentados en las mesas de las cafeterías de la avenida bebiendo y degustando los platos típicos de la tierra. A escasos metros de ella, el hamaquero se dispuso a colocar, en perfecto orden, todas las hamacas y sus correspondientes sombrillas. Poco a poco, se iban ocupando por los tranquilos extranjeros que visitaban la Isla. María, cansada de estar boca abajo, se dio la vuelta, y sentada, examinó cómo sus pies se hundían en la fina arena, todavía tibia a esa hora del día. Se percató de su inmaculada limpieza, pero pensó “seguro que al terminar el día estaría cubierta por una ligera capa de colillas de cigarro”. Levantó la cabeza, observó delante de ella al mar, tranquilo, sereno, apacible, se entretuvo en el ir y venir de las suaves olas; aquel movimiento parecía una invitación a darse un ligero pero refrescante chapuzón en sus aguas azules y cristalinas; no se lo pensó dos veces, hacía calor y le apetecía. Ya de vuelta a su sitio, muy cerca de ella, se había instalado una familia al completo. No faltaba ningún miembro: el padre, la madre, dos niños pequeños y, por supuesto, los abuelos. El hijo mayor era el varón; tenía aproximadamente unos 8 años, vestía un divertido bañador de color rojo; nada más llegar, sacó de su mochila un cubo y una pala. Luego se acercó a la orilla, se sentó en donde todavía estaba la arena mojada, pero a la que ya no llegaba el agua, y comenzó a modelar un castillo. Mientras, su hermana, de unos 6 años, lucía un alegre bikini verde, gorro en la cabeza y unas simpáticas gafas blancas. Ella lo que más deseaba era darse un remojón. Su atenta madre, al advertir sus intenciones, la tomó de la mano y se la llevó al agua. El padre se acercó a su hijo para ayudarle en la ardua tarea de construcción. Los abuelos observaban cómo sus nietos disfrutaban de un día en la playa. Contemplando esta estampa, María se dio cuenta de que el tiempo había pasado rápido, se tenía que marchar, pero antes de volver a casa, quiso darse el último remojón.
Estaba anocheciendo cuando María llegó con tiempo de sobra al sitio donde había quedado con sus amigas, para luego, ir a la tradicional salida de los sábados noche. No hacía frío, era la típica tarde-noche de verano; soplaba una suave brisa marina, que acariciaba sus desnudos hombros; vestía un insinuante y coqueto vestido en gasa negra, con atractivo escote, que dejaba al descubierto su espalda. Poseía una espléndida figura, la cuál se dejaba traslucir por las trasparencias; lucía sobre sus hombros una larga y cuidada melena morena, acompañada, sobre su aniñado rostro, por un ligero maquillaje en tonos rosas y un envidiable moreno en tono dorado suave sobre su piel tersa. Mientras esperaba a los pies de la escultura de Alfredo Kraus, no dejaba de observar todo lo que a su alrededor sucedía. Primero clavó sus verdes ojos en la imagen esculpida en bronce del tenor; se levantaba inmóvil, inerte, mirando el atlántico; el famoso paseo, bordeaba los pies del majestuoso Auditorio, dándole realce. Prestó atención a una pareja de novios que se encontraba sentada en el borde del muro, estaban mirando hacia el horizonte, porque anochecía, y la verdad, era un espectáculo digno de ver. El sol, poco a poco, se escondía, los rayos antes brillantes perdían su intensidad y cambiaban de color; ya no eran amarillos o naranjas; se tornaron verdes mezclados con azules. Entonces, la luz solar se apagó; las farolas se encendieron iluminando todo el paseo; en ese mismo instante, llegaron sus amigas y se dispusieron a disfrutar de una tranquila cena.
Mediodía y el rey sol lucía todo su esplendor. Ataviada con ligera ropa playera, sandalias de color rosa y gafas de sol, María llegó a la playa. Quería disfrutar de su tiempo de ocio. Al llegar a su sitio preferido, se quitó la ropa, sacó la toalla decorada con un gracioso estampado floral, la estiró con sumo cuidado, y se tumbó boca abajo, cogió el último libro que le habían regalado y se dispuso a leer. A esa hora, muy pocas personas se encontraban gozando de un día playero. Normalmente, los nativos del lugar solían llegar más tarde, después de su jornada laboral, salvo que estuviesen de vacaciones; ése era el caso de ella, se encontraba de vacaciones y le encantaba deleitarse en la tranquilidad, escuchando de fondo el sereno sonido del movimiento de las olas del mar. Por el paseo que bordeaba la playa de un extremo a otro, descubrió algunos turistas caminando en pantalón corto, con gafas de sol y sombrero de paja; otros sentados en las mesas de las cafeterías de la avenida bebiendo y degustando los platos típicos de la tierra. A escasos metros de ella, el hamaquero se dispuso a colocar, en perfecto orden, todas las hamacas y sus correspondientes sombrillas. Poco a poco, se iban ocupando por los tranquilos extranjeros que visitaban la Isla. María, cansada de estar boca abajo, se dio la vuelta, y sentada, examinó cómo sus pies se hundían en la fina arena, todavía tibia a esa hora del día. Se percató de su inmaculada limpieza, pero pensó “seguro que al terminar el día estaría cubierta por una ligera capa de colillas de cigarro”. Levantó la cabeza, observó delante de ella al mar, tranquilo, sereno, apacible, se entretuvo en el ir y venir de las suaves olas; aquel movimiento parecía una invitación a darse un ligero pero refrescante chapuzón en sus aguas azules y cristalinas; no se lo pensó dos veces, hacía calor y le apetecía. Ya de vuelta a su sitio, muy cerca de ella, se había instalado una familia al completo. No faltaba ningún miembro: el padre, la madre, dos niños pequeños y, por supuesto, los abuelos. El hijo mayor era el varón; tenía aproximadamente unos 8 años, vestía un divertido bañador de color rojo; nada más llegar, sacó de su mochila un cubo y una pala. Luego se acercó a la orilla, se sentó en donde todavía estaba la arena mojada, pero a la que ya no llegaba el agua, y comenzó a modelar un castillo. Mientras, su hermana, de unos 6 años, lucía un alegre bikini verde, gorro en la cabeza y unas simpáticas gafas blancas. Ella lo que más deseaba era darse un remojón. Su atenta madre, al advertir sus intenciones, la tomó de la mano y se la llevó al agua. El padre se acercó a su hijo para ayudarle en la ardua tarea de construcción. Los abuelos observaban cómo sus nietos disfrutaban de un día en la playa. Contemplando esta estampa, María se dio cuenta de que el tiempo había pasado rápido, se tenía que marchar, pero antes de volver a casa, quiso darse el último remojón.
Estaba anocheciendo cuando María llegó con tiempo de sobra al sitio donde había quedado con sus amigas, para luego, ir a la tradicional salida de los sábados noche. No hacía frío, era la típica tarde-noche de verano; soplaba una suave brisa marina, que acariciaba sus desnudos hombros; vestía un insinuante y coqueto vestido en gasa negra, con atractivo escote, que dejaba al descubierto su espalda. Poseía una espléndida figura, la cuál se dejaba traslucir por las trasparencias; lucía sobre sus hombros una larga y cuidada melena morena, acompañada, sobre su aniñado rostro, por un ligero maquillaje en tonos rosas y un envidiable moreno en tono dorado suave sobre su piel tersa. Mientras esperaba a los pies de la escultura de Alfredo Kraus, no dejaba de observar todo lo que a su alrededor sucedía. Primero clavó sus verdes ojos en la imagen esculpida en bronce del tenor; se levantaba inmóvil, inerte, mirando el atlántico; el famoso paseo, bordeaba los pies del majestuoso Auditorio, dándole realce. Prestó atención a una pareja de novios que se encontraba sentada en el borde del muro, estaban mirando hacia el horizonte, porque anochecía, y la verdad, era un espectáculo digno de ver. El sol, poco a poco, se escondía, los rayos antes brillantes perdían su intensidad y cambiaban de color; ya no eran amarillos o naranjas; se tornaron verdes mezclados con azules. Entonces, la luz solar se apagó; las farolas se encendieron iluminando todo el paseo; en ese mismo instante, llegaron sus amigas y se dispusieron a disfrutar de una tranquila cena.
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