Después de este paréntesis y de haber terminado la novela que transcurre íntegramente en Alemania, he comenzado con una nueva aventura de la abogada Casandra y empieza así:
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La noche anterior me había acostado tarde después de escuchar una larga pero interesante Conferencia De La instrucción y enjuiciamiento de la causa contra Magistrados de la Audiencia Nacional o de un Tribunal Superior de Justicia, impartida... por un Magistrado perteneciente a la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo. Además, una vez concluida la exposición, fui invitada a conocer la vida nocturna en Barcelona. En esa ocasión, el que hizo de anfitrión fue el colega Gabriel, un abogado penalista oriundo de Barcelona, que había asistido a las Jornadas sobre Derecho Penal, que se celebraban en la ciudad Condal, organizadas por el Colegio de Abogados de Las Palmas junto con el Colegio de Abogados de dicha ciudad. En los pasados días había tenido la oportunidad de verme con los colegas Felicitat y Jaume, los que habían compartido conmigo, en el último Congreso que se celebró en Colonia en el mes de mayo del año anterior, varias conferencias junto con otros abogados. Alejandro no pudo asistir porque su Juzgado estaba, últimamente, con mucho trabajo y le fue imposible desligarse de los casos que apremiaban su sentencia.
Gabriel era un especialista en el Delito del Tráfico Ilegal de Órganos. Un tema de rabiosa actualidad porque se había incorporado, en la nueva Ley Orgánica que modificaba sustancialmente el Código Penal, incorporando un nuevo tipo penal independiente consistente en promover, favorecer, facilitar o publicitar el tráfico ilícito de órganos humanos, haciéndolo extensible al receptor que conozca su origen ilícito. Estaba considerado como uno de los mejores abogados penalistas de Barcelona. Y aunque éramos de la misma quinta, se le vislumbraba un porvenir con una prospección futura impresionante. Llegaría lejos, no lo dudaba.
Aunque conocía Barcelona, siempre es gratificante que alguien tan amable como Gabriel, te haga partícipe de los secretos y entresijos de su ciudad. Visitamos y recorrimos el Paseo de Las Ramblas, que por la noche tiene otra visión, quizás más perversa, quizás más oscura y que servía de abrigo a delincuentes callejeros, a drogadictos en busca de su dosis, a prostitutas vendiendo su cuerpo. Para los abogados penalistas la noche tiene esa cara oscura que se escapa al día. La cara que invita a enredarte y quizás cruzar la fina línea que separa lo que es lícito, de lo que no lo es.
Entramos en el famoso CAFÉ DE L`ÓPERA. Una cafetería con un encanto especial. Gabriel y yo hablamos de nuestra profesión, de lo duro que, en muchas ocasiones, se hace defender a una persona que está acusada de asesinato. Y que se es inocente hasta que se demuestre lo contrario, según reza el artículo 24 de nuestra Carta Magna. Pero también hablamos de que él había sacrificado su vida personal en servicio de la Justicia. Había hipotecado una familia por dedicarse en cuerpo y alma a ser un estudioso del Derecho y que su mayor ambición era llegar a ser Juez, dedicarse a la Carrera Judicial. Y entonces me acordé de Alejandro. Y recordé que estábamos atravesando un período difícil en nuestra pareja. Una crisis que habíamos provocado ambos. Los dos éramos culpables porque, aunque nos queríamos mucho y existía mucha complicidad, el conflicto era mutuo.
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Un abrazo y feliz otoño,
Elena