Hola a todos y todas...aunque no es el principio, les regalo un trozo cualquiera de la nueva novela que me tiene totalmente subyugada..., pero de verdad...
La trama ocurre integramente en Alemania y...espero que les guste...
Los protagonistas están en la ciudad alemana de Colonia...
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Llegamos y subimos. Alejandro tenía una llave del piso, cómo no iba a tenerla si la vivienda era de él. Era un pequeño ático en la zona peatonal, en los alrededores a la Catedral y a la vera del Rhin. Estaba en frente una de las estaciones, Köln-Düsseldorfer, dónde atracaba el Ahoi EXPRESS. Me quedé con el nombre del buque que estaba a punto de salir el WAPPEN VON KÖLN. Me gustó la zona. Era la misma que aquella vez que me encontré con Alejandro cuando estaba tomando un café en la cafetería de ese coqueto hotel construido en 1234.
Abrió y nos adentramos en él. Era verdad que era pequeño pero muy acogedor. Yo me vendría, con los ojos cerrados, a vivir allí. Todo estaba en orden, lo que nos indicó que no fue raptada en el apartamento. Hacía calor y entonces fui hasta la ventana de la estancia para abrirla. El olor fresco me acarició la cara. Y pude comprobar que el sol brillaba con intensidad. Eran las diez de la mañana y no había ninguna nube. Supuse que íbamos a tener otro día despejado en Colonia, aunque no hacía calor, la temperatura era muy agradable.
Alejandro trasteó por el diminuto saloncito. En una de las paredes había una gran estantería que llegaba hasta el techo, donde descansaban miles de libros. Pude comprobar que eran de derecho y además multitud de novelas de género negro. A un lado de los citados libros, me tropecé con varios cedés de música. Leyendo los títulos me sorprendí porque eran de Jazz. ¡Me encantaba, este tipo de melodías! Nunca imaginé que Guayarmina fuera amante de este tipo de…y ¿si no eran de ella? El apartamento era del juez.
Comenzó a sonar la trompeta de Randy Brecker junto con el saxofón de Bill Evans. Y entonces lo tuve claro, eran de Alejandro. Lo miré y él me regaló una sonrisa que le correspondí. Y es que él y yo pertenecíamos a la misma generación y al mismo barco.
—Alejandro, ¿ves algo anormal?
—No Casandra, pero seguro que hay algo. Debemos buscar a fondo. Nunca se sabe dónde puedes encontrar alguna pista.
Rebusqué en la pequeña cocina y vi que Guayarmina era aficionada al té y se me antojó uno.
—¿Quieres uno? —invité a mi amigo.
—¡Por qué no!
Preparé la tetera con el té de frutas del bosque. Los endulcé con azúcar morena y se lo ofrecí. Estaba buenísimo. Y por lo visto al juez también le gustó porque después de degustarlo me guiñó un ojo en un gesto cómplice.
Mientras saboreaba cada sorbo de mi deliciosa bebida, seguí buscando por el apartamento y encontré el ordenador portátil de la sobrina de Alejandro, escondido en el armario. Me pareció raro que estuviera entre la ropa, como si alguien quisiera que no se encontrara.
—Alex, ven por favor, mira lo que hay aquí.
Mi amigo vino hasta mí y cogió el portátil. Pero fue prudente porque empleó dos bayetas para no dejar sus huellas. Era un ordenador pequeño de los que estaba, últimamente, de moda entre los estudiantes, de los que puedes llevar con facilidad a clase y teclear los apuntes en él. Me reí porque pensé, cómo cambian las cosas con el paso del tiempo. Lo abrió y lo conectó. Tenía poca batería, así que tuvo que enchufarle el cable de red eléctrica. Pero era lógico que estuviera protegido con clave de entrada. Alejandro pensó en alguna contraseña que empleara su sobrina y probó varios intentos. Pero fracasó en todos.
—Casandra, —me preguntó, intrigado— ¿Tú, que clave emplearías?
—A ver con veinte años, estudiante de derecho…
—No es su número de documento nacional de identidad; no es su fecha de nacimiento; ni tampoco su apellido…
—No eso me lo imaginaba. Tu sobrina es mucho más inteligente que eso. Sobre todo porque está en un país extranjero y…ya sé…
De pronto, me vino una luz y llegué a esa conclusión porque me acordé de las conversaciones que habíamos mantenido en la universidad.
—Alex, ya sé cuál es su clave. Déjame que pruebe.
Con cautela, empleando los dedos índices de ambas manos arropados por las bayetas, tecleé la palabra y el programa entró.
—Casandra eres un crack. ¿Qué palabra es, cómo lo averiguaste?
—Muy fácil Alejandro. Tu sobrina es una mujer muy, pero que muy inteligente. Además, escogió la palabra perfecta que la define y la más simple.
—No caigo, Casandra.
—Piensa hombre, piensa un poquito. Te lo acabo de decir.
El juez hizo amago de recapitular las palabras que había dicho anteriormente pero no cayó en la cuenta.
—¡Ahh! —suspiré— Alejandro, no me decepciones.
—No juegues conmigo que no estoy para bromas —me dijo, mirándome directamente por encima de sus gafas y eso quería decir que no jugara con él.
—Está bien mi querido amigo —dije con picardía—. La palabra es MUJER.
—¿Mujer? —repitió él.
—Sí, a secas.
—Así, tan simple.
—Te lo dije que tu sobrina era una mujer muy inteligente.
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Un abrazo,
Elena